Ajolotes y Teporingos: Dos Formas de Amar en el Suelo de Conservación

El 14 de febrero se celebra el día del amor y la amistad, una fecha que nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de estos sentimientos en el reino animal. En el suelo de conservación de la Ciudad de México, que representa el 59% del territorio capitalino, habitan especies endémicas como el ajolote y el teporingo, que nos muestran dos formas distintas de relacionarse con sus congéneres y con su entorno. ¿Podemos hablar de amor y amistad fuera de la especie humana?
La Comisión de Recursos Naturales y Desarrollo Rural (CORENADR) ha implementado desde 2019 el programa Altepetl Bienestar, que busca conservar los ecosistemas del suelo de conservación, donde habita el 2% de la biodiversidad mundial y el 12% de la megabiodiversidad nacional. ¿Qué podemos aprender de ellas en cuanto a nuestra idea de la amistad y el amor?
Según el etólogo Erich Fromm, el amor puede definirse como un estado psicológico y fisiológico caracterizado por el deseo de estar con otro individuo y una serie de sensaciones placenteras originadas en mecanismos neuroendocrinos específicos. Desde esta perspectiva, el comportamiento de algunas especies animales puede interpretarse como una forma de amor, aunque no necesariamente idéntica a la humana.
En el caso de la amistad, Aristóteles la define como una relación basada en la reciprocidad, el afecto mutuo y el bienestar compartido. Aunque tradicionalmente se ha asociado esta emoción con los humanos, estudios recientes sugieren que ciertos animales también forman vínculos sociales cercanos y duraderos.
En el suelo de conservación de la Ciudad de México, podemos encontrar ejemplos que nos hacen reflexionar sobre la naturaleza del amor y la amistad en el reino animal, por ejemplo, el ajolote y el teporingo. Estas especies nos muestran dos formas distintas de relacionarse con sus congéneres y con su entorno.
El axolote (Ambystoma mexicanum) es una criatura fascinante que habita en los lagos y humedales de las alcaldías de Xochimilco y Tláhuac, donde este gobierno, a través de la CORENADR, ha recuperado más de 83 hectáreas de su ecosistema. Este espécimen tiene la capacidad de regenerar sus órganos y extremidades. Su comportamiento reproductivo es interesante, pero no implica una relación duradera ni una comunidad estructurada.
Durante la temporada de apareamiento, los axolotes realizan un proceso para el cortejo y apareamiento. Los machos liberan feromonas para atraer a las hembras. El cortejo incluye movimientos específicos y toques suaves para estimular la respuesta de la hembra. Las hembras depositan los huevos en las plantas acuáticas y los dejan a su suerte. Su vida se basa en la supervivencia y la reproducción, sin mayores complicaciones ni ataduras.
foto:Ulises Martínez Molina, grupo de Monitoreo Biológico Milpa Alta
El teporingo, en cambio puede formar parejas estables durante largos períodos de tiempo. Aunque no son monógamos sexuales estrictos, tienden a mantener relaciónes exclusivas con una sola pareja.
La crianza es un esfuerzo colaborativo: las crías nacen ciegas y sin pelo, por lo que los padres se turnan para mantener a las crías calientes y alimentadas. Esta cooperación fortalece los lazos entre la pareja.
La madre los amamanta hasta que son lo suficientemente grandes para aventurarse. Su estilo de vida en pareja y su dedicación a la crianza demuestran la importancia de la colaboración y la adaptación en su entorno único de la Ciudad de México.
Si quieres conocer más sobre el programa Altepetl Bienestar y las especies que habitan en el suelo de conservación de la CDMX, puedes visitar la página web de la CORENADR https://altepetl.cdmx.gob.mx, donde encontrarás más información, vídeos, imágenes y testimonios. También puedes seguir sus redes sociales @corenadr, donde podrás participar en actividades, concursos y eventos relacionados con el cuidado de la naturaleza.
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Redacción: Raúl Hernández Pedraza
Foto: Raúl Tlagle Amaya